martes, 30 de diciembre de 2008

ESCULTURA Y DECORACIÓN ARQUITECTÓNICA

Hace unos cuantos años en el periódico local Faro de Vigo, publiqué junto al arqueólogo F. J. Costas , una pequeña síntesis sobre este tema y que ahora reproduzco, pues pienso que ofrece una visión sencilla pero didáctica del mismo:

ESCULTURA ANTROPOMORFA Y ZOOMORFA

La principal característica, que llama la atención de la es­cultura castreña, es la rudeza de su aspecto y la tosquedad que parece haber en su elaboración. Esto ha dado lugar a la más diversas opiniones sobre sus causas, desde que no sabían efectuarlas por condicionantes técnicos, hasta los que ven ello causas de tipo religioso, que les prohibía la representación de las personas y / o animales con fidelidad. Quizás como apuntaba, el gran investigador Xesús Taboada Chivite, hay que observar estas piezas, con otro punto de vista estético, ya que apreciamos en obras de nuestros días y autores universalmente admirados, caracteres similares a los que se nos muestran en las representaciones de nuestros antepasa­dos castreños; sobre todo si pensamos en que lo referente a la falta de conocimiento de medios técnicos pierde consistencia ante la brillantez alcanzada en la ornamentación arquitectó­nica como veremos más adelante.

A partir de las piezas escultóricas, que conocemos hasta la fecha podemos hablar de dos grandes grupos, según su temá­tica: escultura antropomorfa y escultura zoomorfa, según sean figuras humanas o de animales. Por lo que respecta al grupo de representaciones humanas podemos subdividirlo en guerreros, cabezas sueltas y figuras sedentes.

De los guerreros podemos decir, que aparecen claramente definidos, por su atuendo, ya que en ellos observamos repre­sentaciones de diversas armas ofensivas y defensivas, tales como, escudos, cascos, espadas, etc., apreciándose asimismo en algunos de ellos representaciones de joyas, como torques, brazaletes... lo que ha servido para desentrañar la incógnita de por quien eran utilizadas. De las estatuas de guerreros más conocidas, podemos destacar: las piezas escultóricas de Vizela y Santo Ovidio de Fafe (Portugal) y el guerrero de Armeá (Orense).

Otro de los grupos dentro de la escultura antropomorfa es el que nos viene dado por las cabezas sueltas. Estas cabezas pueden tener los ojos abiertos, cerrados o semicerrados care­ciendo generalmente de cabellos y pudiendo tener o no repre­sentación de orejas. Sobre estas piezas algunos autores han querido ver en ellas similitudes, con la costumbre de los pueblos galos de degollar a sus enemigos, si bien no está dicha aún la última palabra sobre el tema. Como ejemplos de estas esculturas, podemos citar las piezas aparecidas en el castro de Rubias (Orense) y de la Cidade de Armeá (Orense). Por último tenemos las representaciones de figuras sedentes, cuya similitud con las piezas aparecidas en las zonas sureñas de la península nos hace pensar en una posible influencia del Mediterráneo.

También como esculturas antropomorfas se han dado otro tipo de representaciones que no aparecen claramente defini­das.

Pasando a las representaciones de figuras zoomorfas tenemos una serie de figuras que se denominan verracos, de las cuales no conocemos con certeza su finalidad, pues según di­ferentes autores, servirían como guardianes o protectores de determinadas áreas o estarían relacionados con ritos funera­rios o ceremonias religiosas. Estas representaciones suelen aparecer en las áreas de la cultura castreña limítrofes con la meseta, lo que nos hace pensar que sin duda, que no se pue­den tomar como elementos autóctonos de esta cultura.

DECORACIÓN ARQUITECTÓNICA

Conocemos como decoración arquitectónica, una serie de elementos ornamentales labrados en piedra, utilizados por los habitantes del mundo castreño, para embellecer algunas de sus construcciones.

El predominio es total de los motivos geométricos, de los cuales destacan los magníficos entrelazados, esvásticas, trisqueles, tetratriskeles, espirales, rosáceas...

Este tipo de decoración lo podemos encontrar en dinteles, jambas y también posiblemente empotrados en las paredes de las viviendas castreñas. Su función a parte su belleza de­corativa, no la conocemos con certeza aunque por los motivos que se reflejan en ella, nos hacen pensar en cierta finali­dad religiosa.

Muchos de estos motivos se hallaban extendidos, por la Europa pre y protohistórica y quizás por ello fueron conoci­dos anteriormente en el Noroeste Peninsular antes del perio­do castreño.

Todos estos motivos, seguirán vivos dentro del mundo ga­laico, incluso en las épocas tardías de la romanización, tal como nos es permitido apreciar en las estelas funerarias.

Como ejemplos conocidos más cercanos a nosotros están las labras castreñas del castro de Santa Trega (A Guardia-Pontevedra) que se conservan en el Museo, sito en el conoci­do monte: así como otras muestras existentes en los diferen­tes museos provinciales gallegos y del norte de Portugal..

Nota.- Figura sedente de Xinzo de Limia (Ourense), claro ejemplo de las influencias del sur de la península con la cultura castreña.

LA RIQUEZA MINERA DE HISPANIA

A la hora de hablar de los recursos naturales que poseía la Península Ibérica a la llegada de los romanos, ocupa un lugar destacado, a juzgar por los textos literarios llegados hasta nosotros, la abundancia de minerales y su explota­ción.

Los escritores clásicos, Plinio el Viejo y Estrabón, en diferen­tes ocasiones, van a darnos interesantes noticias referentes a estos aspectos. Brevemente expondremos algunos de los datos que nos han llegado.

En el tomo III de su His­toria Natural, en el aparta­do 3,30, PLINIO EL VIE­JO nos comenta:

"En casi toda su exten­sión abunda Hispania en yacimientos de plomo, hie­rro, cobre, plata y oro..."

El mismo autor en la mis­ma obra pero en tomo XXXVII, apartado 13, 203, señala:

"Inmediatamente des­pués de Italia, y si excep­tuamos las fabulosas rique­zas de India, debo situar a Hispania, al menos todo su litoral costero; en verdad, es pobre en parte, pero allí donde es fértil produce una enorme abundancia de ce­reales, aceite, vino, caba­llos y minerales de todo ti­po, en lo que marcha a la par con Galia"...

ESTRABON en su libro III, apartado 2,8, hablando de la zona Sur de la penín­sula apunta por su parte:

"A tanta riqueza como posee esta comarca se aña­de la abundancia de mine­rales; ello constituye un motivo de admiración, pues aunque toda la tierra de los íberos está llena de ellos, no todas las regiones son a la vez tan fértiles y ricas, y con mucha más razón las que tienen abundancia de mine­rales, puesto que es raro que se den ambas cosas a un mismo) tiempo y también que en una pequeña región se halle toda clase de meta­les. Pero la Turdetania y las regiones vecinas abundan en ambas cosas y no existen palabras apropiadas para alabar justamente esta vir­tud; hasta ahora ni el oro ni la plata ni el cobre ni el hie­rro nativos se han encontra­do en ninguna parte de la tierra tan abundantes y ex­celentes".

Un poco más adelante, Estrabón, en el mismo libro y apartado, nos informa so­bre algunas de las caracte­rísticas de las explotacio­nes mineras en dicha época:

"El oro no se extrae úni­camente de las minas sino también mediante lavado; los ríos y torrentes arras­tran arenas auríferas. Otros muchos lugares desprovis­tos de agua las contienen igualmente; el oro, sin embargo, no se advierte en ellos, pero si en los lugares regados, donde el placer de oro se ve relucir; cuando el lugar es seco basta con irri­garlo para que el placer de oro reluzca; abriendo pozos o por otros medios se lava la arena y se obtiene el oro; en la actualidad son más nu­merosos los lavaderos de oro que las minas...

En los ríos se extrae y se lava allí cerca en pilas o en pozos abiertos al efecto y a los que se lleva la arena para ser lavada; los hornos de plata se hacen altos con el objeto de que los vapores pesados que desprende la masa mineral se volatili­cen, ya que son gases den­sos y deletéreos; a algunas de las minas de cobre se les suele llamar áureas, pues se supone que de ellas se obte­nía con anterioridad oro".

ESTRABON también hace mención de la riqueza minera del Noroeste de la Península Ibérica (libro III, 2, 9):

"... Entre los ártabros, que viven en la parte más alejada del septentrión y del occidente de Lusitania, el suelo contiene, según ase­guran, eflorescencias de plata, estaño y oro blanco mezclado con plata; esta tierra es arrastrada por los ríos, y las mujeres, una vez amasada la arena, la lavan en tamices tejidos en forma de cesta."

Para finalizar tenemos que el mencionado escritor, en el mismo libro y aparta­do, nos relata lo siguiente:

"Posidonio, al alabar la enorme cantidad y excelen­cia de los metales, no pres­cinde de su habitual retóri­ca sino que, llevado de un entusiasmo poético, se en­trega a exageraciones; de este modo no considera fal­sa la leyenda de que, ha­biéndose incendiado los montes en una ocasión, al estar la tierra compuesta de plata y oro, ascendió fundi­da a la superficie ya que to­da la montaña es como di­nero reunido allí por la pró­diga fortuna; y en general, continúa, cualquiera que haya visto estos lugares po­dría asegurar que son los eternos almacenes de un Imperio, pues el país, según se dice, no sólo es rico en lo que muestra sino también en lo que oculta..."

Estas y otras noticias nos vienen reflejadas en algu­nos textos antiguos, que nos hacen ver, cómo él as­pecto de la riqueza minera de la Península Ibérica se­ría uno de los motivos de la conquista de Hispania por los romanos.

Nota.- En la imagen el vaso o casco de oro de Leiro ( A Coruña), extraordinaria joya prehistórica que nos habla de la riqueza